Volcarme,
nuevamente,
y esta vez, fluir:
amorfa,
imperfecta,
imperturbable,
violenta.
Liberar el vórtice en mi garganta
sin domar su viveza,
sin apaciguar su impulso,
sin cuestionar la arcada
que antecede al vómito;
sin fingir inapetencia,
sin suprimir la angustia
que extirpa el dolor,
sin decorar su desproporción,
sin alterar la sustancia
que le descompone y fatiga,
que le impulsa y mueve
lejos de mí, fuera de mí, más allá.
Tumbarme, nuevamente,
y esta vez, dormir:
liviana,
volátil,
sublime,
abstracta,
perfecta.