Fue genuina su curiosidad, cuando intrigado preguntó quién es Dorian y por qué escondía su retrato.
Ah… Es de mal gusto mencionar a Wilde antes de dormir, pero…
Buscaba en los estantes un ejemplar que compartir, cuando su mano atrapó al vuelo una Antología de Buesa.
¿Qué haces, niño? ¿No respetas?
Rescatando de sus manos el tomo, me espeté en las pupilas un
«yo estoy solo,
muriendo y muriendo
en cada palabra que no digo,
en un rincón oscuro,
donde no llegan las estrellas».
Y qué demonios…
Dije «ven», lo escolté a la puerta, abrí el portón y besé su mejilla.
Es de mala suerte leer a Buesa antes de dormir, pero…
Sin saber bien por qué, abracé al cubano melancólico soñando, entre sollozos, que no lloraba ya por otro y repetía:
Podría ser peor, podría ser peor…
Va por todo.