Sufro memoria selectiva.
Cae una gota en el lavamanos. Sospecho que fue la misma gota, otra vez. Su existencia es fragmentada, como los cuadros negros de un crucigrama o los destellos blancos del fosfeno.
No en balde huye mi mirada al vacío, cuando observo a la distancia los techos descuidados y me sumerjo en el bullicio de los coches.
Escribo, en mi cabeza, por borrarme; escribo sin publicarme, y sin recordar luego qué dije. Preparo el café, reviso el e-mail, espero que tumbe la lavadora.
A menudo, me interrumpe un ¿todo bien? y un sí, pre-programado, va al rescate, pero olvido qué escribí, en mi cabeza, por borrarme, mientras consumo de la taza el mismo sorbo, otra vez. ¿Ya ven?
Siempre es demasiado tarde.