Hay algo curioso en ser engañados.
Cuando el mago ejecuta su truco, ante nuestra mirada se desvela un cómo que, entre frustración y asombro, nos obliga a reincidir.
Necesitamos saber qué sucedió trasvastidores, y nace la idea, la tonta idea, de que el conocimiento mutará nuestro asombro inicial a mayores. Pero… No se juega con la verdad…
Y, yo, ya no quiero adivinar.
Sigue jugando con la baraja de la verdad. Duérmete con la mirada adormecida que no extraviada de tu gata. Volverás, el amor te adormece y también es capaz de hacerte despertar porque dentro de esa persona que sonríe hay otra que no se rinde.
Buenas noches si he conseguido el propósito de sacarla aún en la oscuridad… ¿Lo adivino yo?