Soy una tormenta de buenas intenciones, que todo lo destruye y nunca se disipa. No me anuncian grandes ventarrones, anido en puerto fijo o las colinas me intimidan.
Intensa, murmuran a mi paso pliegues de manteles rozando faldas y botas.
Intensa, susurran sobre mi cabeza cansadas ramas de árboles milenarios.
Intensa, cuchichean las suelas de los zapatos sobre el pavimento.
Intensa, lo piensa un niñato decepcionado al no encontrar sol tras la tormenta.