Solitud

¿Conocen esa sensación de ser ‘observado’? Nuestros ojos automáticamente se posan sobre quien nos observa. ¿O la sensación de ser ‘seguidos’? Voltear a mirar, esperar unos segundos y continuar el camino. La soledad es ese sentimiento, esa intuición excitada, 60 minutos de cada 24 horas en los 365.256 días solares medios de un año sidéreo. Es la incomodidad de escucharte tú mismo en el silencio de una habitación, sin voz que corrompa el ir y venir de pensamientos recurrentes.

Es difícil de explicar. Hay tantos tipos de soledad, tantas formas de sentirnos solos que nada, absolutamente nada, es lo que parece. Parado en un mar de gente, puedes estar solo y el sentimiento desaparecer con el arribo de un mensaje de texto o la compañía súbita de tu persona favorita; o, aún así permanecer, dejándote tan inútil como un cenicero en la autopista. Míralo así, como yo lo veo, como una navaja balancéandose con dificultad sobre un dedo, como… un reloj de pared con poca batería saltándose cada 180 segundos el movimiento del minutero.

Lo más fácil de explicar, es la costumbre que doblega nuestra soledad con el tiempo, el yo que todo lo contamina y triunfa. Ese ya no voltear a mirar, o intuirte observado y sentir paz. Es una paranoia muy lúcida estar solos. Extremadamente sana, en el fondo. El truco está en saber cuándo dejar entrar a otros en tu burbuja. La sabiduría de ser flexibles y dejarnos amar cuando llega el momento de volver a ser amados. No hay nada malo en la resistencia, lo malo está en la imprudencia de querer que todo sea siempre de la misma manera: ya sea solos o acompañados.

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