En mi sala, hay una hoja naciendo.
Hace nueve días, nació un rollito verde-lima que ha ido, poco a poco, desenrollándose. Lo noté de reojo mientras limpiaba y no quise darle demasiada atención: las plantas, al igual que las personas, requieren de mucho espacio para desenredarse. Hoy, ya es casi-toda una hoja verde-monte… Solo le falta un último estirón. Me gusta tumbarme en el sofá a admirarla: crece y se mece, casi imperceptible, a su propio ritmo. Es un milagro su presencia en mi sala. Las plantas sufren la hostilidad del ambiente y reflejan el estado anímico de su cuidador. Se marchitan, entristecidas, si sufren fatiga ante la mínima falta de su dosis «normal» de atención, y es que al igual que nosotros, requieren una dosis apropiada de Amor.
He aprendido mucho con ellas sobre Eso: el valor de la consistencia, la importancia de la paciencia, los frutos honestos que ofrece la dedicación, el respeto al espacio, los beneficios de admirar sin intervenir, de saber cuándo no hacer nada por evitar el daño o cuándo provocarlo de forma justa, como cuando podamos una planta o la transplantamos hiriendo sus raíces. Hay «algo» de culpa en verlas marchitar por error, pero rara vez las plantas respetan los cánones establecidos en la etiqueta que detalla su cuidado. No soy la persona indicada para hablarles de Amor, pero sí para decirles que en mi casa había un rollito verde-lima que nació hace nueve días y ya es una casi-hoja verde-monte porque la he cuidado yo. Pocos pueden decir eso, y eso también es Amor.
Sí señor… 👌
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🌳 amor 🌱
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Hermoso texto nos regalas, adempas es totalmente cierto perciben tanto, son maravillosas…
Gracias por compartir.
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Gracias. Son maravillosas sin duda. 🌱
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Exactamente, cuidarles resulta relajante. Feliz día.
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