Angustia

Fue una pesadilla de ensueño…

Caminaba por un sendero de tierra entre plantas altas y salvajes. Podía sentir la brisa despeinándome, y mis botas destruir pequeñas ramas que invadían el camino. Una mano rozó la mía y ya no estaba sola. Era él. Me sonreía. Callado. Jugueteando se adelantó un poco, y a metros de mí se coló entre las plantas abandonando el camino. Le seguí, pero no estaba. Lo llamé, lo llamé tanto, tan alto, por tanto tiempo, que aún dormida podía sentir el dolor en el pecho, la garganta desgarrada, las lágrimas asomando por mis ojos. Paralizada, muerta de miedo, intuí que algo me seguía, algo pisaba donde yo pisaba, algo imitaba mi ritmo; algo no respiraba, no se escuchaba, algo no era él. Volteé y no había nadie, solo el silencio mortal del vacío, hasta que una mano rozó la mía, y ya no estaba sola. Era él, sonriéndome, callado… y desperté, sacudida por el eco violento de un gran golpe de alivio.

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