En los grandes solitarios y los fundadores de religiones, el elogio del silencio posee raíces mucho más profundas de lo que suele imaginarse. Para ello es necesario que la presencia de los seres humanos nos haya exasperado, que la complejidad de los problemas nos haya hastiado hasta el punto de que ya no nos interesemos más que por el silencio y sus gritos.
En las Cimas de la Desesperación, Emil Cioran
LaSalle Munroe de Microsoft tiene por oficina el lugar más silencioso del mundo. Alega que al contener la respiración, puede escuchar su sangre corriendo por las venas, el movimiento de sus ojos dentro del cráneo, el crugir de sus articulaciones al moverse, el crispar de su garganta al tragar. Hay mucho ruido en el silencio absoluto: el ruido que nos habita por dentro, al que estamos acostumbrados, el que muere con nosotros y solo reviven los gusanos… La pregunta es: realmente, ¿estamos preparados para escucharnos?
Muy bueno tu texto.
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Gracias. 🌷
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