Si vas a inventarme, hazlo con delicadeza.
Abre caminos con tus manos, guiado por las curvas de mis piernas; desliza tu aliento cálido por el oscuro pasadizo entre ellas, y esconde un beso a ras de mi ombligo; cruza como un vendaval las constelaciones de mis pecas, riza mis cabellos con tus dedos hasta atraparme; ancla tu voz en la fertilidad de mi pecho, e ignora la humedad: sumérgete en ella hurgando mis entrañas con la fuerza de tu signo, espantándome excusas del paladar, iza velas por mi espalda, y ya, colgado de mi cuello: dime, dime, desde allí:
¿a qué te sé siendo sueño?