Collage


No todas las tardes son material de escritura.

El control de calidad lo manejan despreciables pajaritos zurcando diurnas fases REM. No escatiman en detalles ni escenarios, ¿para qué? Si anidan al despertar y emigran cuando todo sigue igual, huyendo al país donde hay cena para dos y mejor selección musical.


Libre de elegir, elijo mi imaginación.

La distancia es de cobardes, y yo, mujer de acción, reduzco a polvo posibilidades suponiendo que: es más valiente el que espera que el que llega, más paciente quien da que quien recibe y mejor comprometido quien huye y no quien se queda, tomando partido de lo imposible.


Una de cal y otra de arena.

Tiro perlas a los cerdos, cambio chinas por botellas, desmonto el circo cuando crecen los enanos y llueve sobre mojado, porque somos acento en cliché: la aguja al pajar, lo que fácil vino y difícil se va, el clavo que no saca otro, la escoba que nunca barrió bien, el hoy por ti, mañana también.


Me niega los besos, pero no las ganas.

Su ausencia no era suya, sino mía: él en mí, cálido y denso, como un banco de piedra. El parque, arrullado por nerviosos pichones e insectos vespertinos, era un laberinto de faroles apagados y acogedores suspiros elevados al aire, como cometas, por los enamorados que se buscaban, pico con pico, las mariposas estomacales. El silencio era mío y yo en él, fría y liviana, como un columpio solitario.


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