Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
El Dinosaurio, Augusto Monterroso
Nuestra historia terminó al iniciar, como un microcuento.
Intuitivamente, busco su rostro en la calle. Es el alfiler en mi pajar.
Raya en absurda su importancia, considerando el puñadito de recuerdos, ¿pero quién soy yo para imponerle lógica al caos que es mi vida? Un poco absurdo, pero no insólito.
Sufro el grave mal de la melancolía, y me pierdo en el silencio de los ojos de mis gatas mientras pienso en las maldiciones heredadas, como la ilusión ciega de mi padre y la eterna juventud de mi madre.
Soy tanto de tantos, más lo que he sido por mí y por otros.
Mi identidad se disuelve y mira, mira cómo queda de mí solo lo denso al fondo: dime, ¿soy esto, el resto o todo? Sospecho que soy solo un pajar, sin alfiler.