Quien con monstruos lucha, cuide de no convertirse a su vez en monstruo.
Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal, 1886.
Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.
Sentado al borde de su cama, con la vista clavada en mi hombro, me preguntó en tono muy jovial: Y tú, ¿qué quieres?
Yo, con la mirada fija en la única ventana de su habitación, respondí sin ningún interés: Compañía.
Pude sentir sus ojos increpando mi respuesta, y por un momento – quizá poco menos que eso – dudé si debía voltear a mirarle, pero pensé ¿para qué?, y lo pensé como se piensan pocas cosas en esta vida:
con la convicción absoluta de que no merece la pena.