Y la pasión te abre por dentro, pa’ que corra el aire…
Chispa y Oxígeno, Lágrimas de Sangre
La mayoría de mis colegas salen a correr en las tardes al salir del trabajo. Usan aplicaciones móviles que los desafían diariamente a cubrir x o y distancia, y comparten con otros sus estadísticas dejando a más de uno impresionando con su voluntad de fuego. Esta inclinación al deporte los ancla al televisor por horas persiguiendo con los ojos una pelota y gritando a todo pulmón improperios, también les empuja a querer ver los demás haciendo lo mismo que ellos hacen.
Es admirable la conexión que sostienen con su cuerpo: esa coordinación absoluta paso-respiración que fortalece el rendimiento; y ni hablemos de cuánto conocen sobre la relación tiempo-ingesta de alimentos y agua pre- y post- ejercicio. Estos colegas míos comparten la pasión con sus parejas y les invitan constantemente a perseguir con ellos gotitas de sudor ajenas en alguna pista circular. Admiro tanto esa determinación, que no sé si debería dedicarle un párrafo más… No, mejor no. Vamos al grano.
Luego estoy yo, que aprendí a ventilar escribiendo, que tengo por aplicativo WordPress, no comparto mi afición con conocidos y reniego de perseguir pelotas en la televisión. Resulta inútil decir: aquí está mi blog, ven a que me entiendas, y sentarme a esperar, con los ojos como platos, una onza de admiración. Las pasiones del escritor son también una carrera, pero una aún más solitaria de lo común. Se necesita mucha estamina para nombrar sensaciones, categorizar pensamientos y disectar emociones sin caer muerto de miedo a mitad de carrera.
Como diría Ángel González: «para vivir muerto de miedo hace falta, en efecto, muchísimo valor».