¿Cómo le explicas a un ave de paso que reconoces su sombra y sus pasos? ¿Cómo, con el corazón en la mano, le confiesas que escuchas sus suspiros entre el bullicio de la multitud? ¿Que su indiferencia acaricia rincones inaccesibles a la atención sobrevalorada? ¿Cómo podrías, si es que se puede, explicar que su mirada te alcanza, cuando a cientos de kilómetros traspasa paredes, edificios, urbanizaciones hasta llegar a ti y someterte al escrutinio vil de la pasión desbocada? ¿Cómo le dices, sin tu voz temblando de miedo, que sus manos te han besado sin acercarse, y en más de una ocasión te has volteado al despertarte para acariciar su cuerpo ausente? ¿Cómo…? ¿Cómo te armas de valor y gritas, desde las cimas de la desesperación, que no sabes qué gritar, que no sabes qué pedir ni cuánto podrías dar, ni cómo abandonar lo que nunca ha sido tuyo?
